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Cine & Teatro

Nosferatu: El regreso del vampiro a través de la mirada de Robert Eggers

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Las historias que conquistan generaciones merecen ser contadas una y otra vez. “Drácula”, (o Nosferatu) la obra de Bram Stoker, es uno de esos relatos que, desde su publicación, ha sido reinterpretado en diversas formas y versiones.

Desde la clásica adaptación de Tod Browning en 1931 hasta la impresionante película de Francis Ford Coppola en 1992, las visiones del célebre conde chupasangre no cesan de renovarse. Sin embargo, una de las adaptaciones más esperadas en la última década es la versión de Nosferatu que el director Robert Eggers ha decidido traer a la vida.

Nosferatu: El regreso del vampiro

Nosferatu (1922) de F.W. Murnau marcó un hito en la historia del cine. Siendo una adaptación no oficial de la novela de Stoker, la película de Murnau no solo se consolidó como uno de los clásicos del cine de terror, sino que también fue pionera del expresionismo alemán, influyendo en generaciones de cineastas. Casi un siglo después, Eggers, conocido por su cine de horror único, ha elegido esta obra como el vehículo para su visión de lo macabro. Sin embargo, más allá de un simple homenaje, su Nosferatu es un ejercicio cinematográfico que desafía las expectativas de los fanáticos del género, con sus propias características y una estética cautivadora.

Un regreso a las raíces del cine de terror

Desde que Eggers anunció su participación en el proyecto, la película ha despertado gran expectación, algo que podría jugar en contra en términos de la percepción del público. Sin embargo, alejado de la grandilocuencia de la adaptación de Francis Ford Coppola de 1992, Eggers se adentra en el territorio de la tradición que definió el cine de terror clásico. Siguiendo la estela de Murnau y de Werner Herzog (quien también exploró esta historia en su adaptación de 1979), el director estadounidense traslada la acción a la Alemania de principios del siglo XX, sumergiéndose en la atmósfera inquietante del expresionismo alemán. Este movimiento no solo marcó la forma visual de las películas, sino que también jugó un papel fundamental en la construcción de su narrativa, con escenarios sombríos, luces dramáticas y un uso innovador de la puesta en escena.

Es en este contexto visual donde la Nosferatu de Eggers se destaca. La cinematografía de Jarin Blaschke, habitual colaborador del director, es una de las mayores virtudes de la película. A través de la iluminación, los contrastes y la construcción de los espacios, la película transporta al espectador a un mundo pesadillesco, casi onírico, que recuerda a las primeras películas de terror. Esta atmósfera oscura y fascinante, casi mágica en su ejecución, consigue cautivar incluso en los momentos donde el guion y las actuaciones no logran destacar tanto.

Nosferatu: El regreso del vampiro

El monstruo de Bill Skarsgård: Un Nosferatu distante de lo romántico

Uno de los puntos más comentados de esta versión es la reinterpretación de Nosferatu en la figura de Bill Skarsgård, quien ya había dejado una marca imborrable como el inquietante Pennywise en la nueva adaptación de It. En esta ocasión, el actor sueco encarna a un vampiro que dista mucho del ser seductor y romántico de las versiones anteriores. Lejos de la sensualidad y el atractivo trágico de Gary Oldman en la adaptación de Coppola, o de la interpretación casi animal de Klaus Kinski en la versión de 1979, el Nosferatu de Eggers es grotesco, despojado de cualquier tipo de atractivo físico. Su presencia es puramente perturbadora, un vampiro envejecido y corrupto cuya apariencia resulta más repulsiva que seductora, lo que convierte su aparición en momentos verdaderamente inquietantes. La apuesta por un monstruo menos glamoroso y más aterrador es uno de los puntos más interesantes de esta versión, y, sin lugar a dudas, una de las razones por las cuales la película sobresale.

¿Una obra maestra o una oportunidad desaprovechada?

A pesar de las virtudes visuales y la audaz propuesta de Eggers, la película no está exenta de críticas. En algunos momentos, la Nosferatu de Eggers cae en un ritmo lento y contemplativo que puede resultar tedioso, especialmente cuando se enfrenta a una falta de profundidad en sus personajes. Aunque Lily-Rose Depp entrega una actuación competente, no parece ser la elección más adecuada para el papel protagonista, y en ocasiones su presencia no logra conectar completamente con el tono sombrío de la película.

Además, aunque la dirección artística es impecable, hay quienes consideran que la narrativa no logra mantener el mismo nivel de intensidad en todos sus momentos. A pesar de que Eggers se mantiene fiel a la atmósfera del cine expresionista, algunos de los momentos dramáticos carecen de la complejidad emocional que caracterizó a las mejores adaptaciones de la obra de Stoker.

Nosferatu: El regreso del vampiro

Sin embargo, no se puede negar que Nosferatu tiene pasajes realmente maravillosos. Las secuencias que rayan en lo pesadillesco, aquellas que apelan a lo siniestro, son las que realmente capturan la esencia del cine de terror. La película tiene momentos que hacen honor a las mejores tradiciones del género, pero también deja la sensación de que podría haber sido aún más impactante si hubiera logrado fusionar mejor la atmósfera visual con una narrativa más sólida.

Un Nosferatu que desafía las expectativas

En definitiva, Nosferatu de Robert Eggers es un film que vale la pena ver en pantalla grande, especialmente para los amantes del cine de terror y los seguidores del director. Es una obra que se alimenta de la tradición, pero también se permite innovar y ofrecer una versión moderna y personal de la historia de Drácula. La atmósfera visual, la fotografía y la interpretación de Bill Skarsgård se convierten en los pilares sobre los cuales se erige esta película, aunque la falta de consistencia narrativa y algunos problemas en la caracterización de los personajes pueden restarle fuerza al conjunto.

No es la adaptación definitiva, pero sí es una propuesta que mantiene vivo el legado de Nosferatu, tanto en su visión como en su capacidad para inquietar y fascinar a los espectadores. Sin duda, Eggers ha logrado construir una pieza cinematográfica que deja huella, pero también deja espacio para la reflexión sobre lo que podría haber sido.

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